domingo, 17 de agosto de 2008

H- ESTUDIO DE NELSON ABOY

CUADRO EXPLICATIVO AL ESTUDIO

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Causas Iniciáticas en El Culto a Los Orishas
Alternativa Holística de Curación


Nelson Aboy Domingo
Babalawo.
Antropólogo Social y Cultural.
Presidente Consejo Científico Asesor de “La casa de África”
Secretario Secc. Identidad, Diversidad y Comunicación Social.
Sociedad Nacional de Psicólogos de Cuba.

Las migraciones masivas de esclavos africanos, fueron portadores de elementos culturales importantes que ya en nuestras tierras de América, nuevas condicionales someterían a prueba una vez más, la capacidad de adaptación y supervivencia de estos procesos culturales; en manos de sus esclavos portadores, en aras de la satisfacción de su espiritualidad, en circunstancias absoluta y totalmente distintas; donde la colonización española, la imaginería católica, el acriollamiento, las posibilidades ecológicas y la naturalización, la hicieron propia, peculiar y mestiza.
Evidentemente, las nuevas causales produjeron nuevas condicionales y lógicamente surgieron nuevos acondicionamientos, que atemperaron y facilitaron no sólo su continuidad, sino su posible enriquecimiento, complejidad y connotación cultural; en donde gracias a una muy imprecisa, pero conveniente y coyuntural valoración equívoca de la cultura colonial imperante, en la que le adjudicaron, también con toda sus implicaciones ulteriores, una categoría de religión, sinonimiada con el catolicismo en esta oportunidad, que propiamente en su total significación no ostentaba esencialmente, y menos aún desde el punto de vista apostólico romano; pero con la que finalmente se perpetuó, con las características propias de cada país, en el raigambre de la actual cultura Americana.
Estos procesos de realización de la espiritualidad de estos pueblos, que en su momento y lugar de origen, tuvieron una connotación más bien de realización socio-político-cultural; en principio general y posteriormente sociocultural personal; a su llegada a la América, lo hacen en condiciones de franco enfrentamiento sociocultural súbito; casi de modo impactante.
En condiciones de inferioridad con respecto a otra cultura, en nuestro caso, la española; también en condiciones de superposición colonizadora, con respecto a ella, en la cual los únicos códigos que poseía para la realización espiritual del colono, eran exclusivamente de carácter religioso. Y al no poseer otra forma de interpretar, ni de operar la cultura colonial del español, con relación a claves y conceptos trascendentes implícitos y específicos de una cultura totalmente ajena e incomprendida; fue suponiéndose e interpretándose, que estas manifestaciones de praxis o formas de realizaciones, tenían un carácter o significado totalmente religioso –“aunque barbáricas”-- como único elemento de juicio y prejuicio; en el marco de sus insuficiencias, para una más acertada ponderación, del fenómeno culturológico, para el acicate de la espiritualidad de este sector de la cultura negra inmigrada que estaban enfrentando.
Por lo tanto, en razón de múltiples falacias de apreciaciones y valoraciones culturales, fueron sinonimiados como religión --dado la religiosidad del negro de nación y los antecedentes de paganismo-- estos procesos de culto a la personalidad individual de antecedentes africanos, esenciales y realmente muy desiguales, a lo que si realmente discurría, dentro del Catolicismo Apostólico del incipiente estado colonial español de ultramar.
Indiscutiblemente se tergiversó la religiosidad y sistematicidad, con la cual el negro se aplicaba a sus hábitos, costumbres y cultura ancestral, además de sus hábitos propiamente religiosos; con las presumibles, por los aparentes, hábitos y prácticas religiosas del catolicismo. Dicho de otro modo, no solamente se interpretaron en un todo único, hábitos culturales con ritos religiosos; si no que todo ello fue entendido por los colonos, en principio y finalmente hasta por los propios negros en las nuevas generaciones criollas, como prácticas religiosas.
Se entendió que el omí tuto (agua fresca), que el negro salpicaba en el suelo, para refrescar el ambiente, o situaciones a su alrededor; era como el Agua Bendita.
Se supuso que un sahumerio con plumas de aves o hierbas, eliminador de vibraciones negativas; era como el incienso del altar católico.
Los súyer y suyéres (evocaciones monologas habladas y cantadas respectivamente), que provocan las vibraciones del yo interno con sonidos diatonales, que agudizan y despiertan nuestros sentidos por sus vibraciones sonoras percutidas bajo el velo paladar, transmitiéndolas a la hipófesis; se interpretaron como los rezos, loas y los cánticos de las misas religiosas.[1]
Hasta que finalmente, del mismo modo que el negro, en trasatlántico viaje devino inesperada y sorpresivamente en esclavo; un orisha personal, en súbito y trasmutado ascenso subjetivo a la Bóveda Celestial, prejuiciadamente nos deviene metamorfoseado en el Ángel de la Guarda.
De esta manera, paulatina y sucesivamente, en franco mestizaje cultural, fue surgiendo una interminable relación de asociaciones, --jamás estudiadas-- que finalmente han pasado a nuestra cultura con un significado estructural propiamente religioso; como una consecuente resultante de la simbiosis de ambas culturas, la deculturación de los negros, las apariencias para los colonos y el sincretismo oportunista culturológico de ambos, escuetamente descrito.
El negro por su parte, inteligentemente se acomoda, en silencioso y licencioso contubernio omitido, pero tácito, a un status equívoco religioso que le conceden, que asume –sin más alternativas - como disfraz para su clandestinaje; bajo el cual oportunista y camufladamente, tras el santoral católico y en aparente advocación eclesial, busca con toda premeditación, hasta encontrar un símil en cada una de las deidades; que le permitan la aprobación menester, para garantizar la continuidad de su cultura en ese marco, entre otras múltiples razones.
Esta nueva condicional serviría de mediatización, una vez más, para aquellas que fueran en principio, sus esencias culturológico originales, que matizarían de religiosa definitivamente desde entonces, la continuidad de estas prácticas culturales en los nuevos territorios.
Así pues, la sistematicidad y cotidianeidad, de denominar a los orishas “Los Santos” y a sus formas de culto “La Santería”; a los que se inician “Los Santeros”, y al proceso iniciático “Hacerse Santo”; fue en principio un prejuicio judeocristiano equiparativo e ignorante del colono español, posteriormente de los criollos con respecto a los variadísimos elementos étnoculturales de la complejísima y diversa cultura negra inmigrada, que enfrentaron, no entendieron y equiparativamente la sinonimiaron con su religión (la Católica).
Fue además, el único reservorio que el negro aprovechó coyunturalmente para perpetuar su cultura nativa en un medio social muy adverso, en tanto la discriminación cultural, y desde una posición muy desventajosa.
Eso inculcó, por que así, era lícito contextualmente. En eso educó a sus hijos, nietos y sucesores convenientemente. En eso, crecieron y se educaron, sus vecinos colindantes ya criollos, blancos, negros y mestizos; por lo que posteriormente, en paulatina asimilación cultural subjetiva, la sucesión generacional la ha ido asumiendo y asimilando, de tal manera, que actualmente sin lugar a dudas, opera simbólicamente como tal.
Salvo excepciones, únicamente bajo ciertas libertades durante la época colonial, pudo realmente el esclavo; llevar a vías de hecho la continuidad de los procesos iniciáticos, como parte, y con la misma naturalidad de su cultura nativa.
También para entonces esas preliminares libertades habrían facilitado matrimonios, concubinatos y uniones maritales de todo tipo; entre hombres y mujeres del mismo, o de diversos orígenes, con símiles y disímiles culturas, de igual o diferente color de la tez, y hasta de distintas extracciones económico sociales. Por lo tanto, una importante resultante de la trata negrera de la esclavitud, en tanto la colonización y en virtud de maridajes, lo constituyó el mestizaje cultural, como una consecuencia de la mixación étnica en la unión marital, y en un nuevo contexto geográfico; culturalmente distinto, y desconocido incluso para sus progenitores.
Evidentemente las condiciones de inmigración forzada, desvinculaban al esclavo de su cultura nativa, lo unían en pareja frecuentemente a persona de otra cultura, y por si fuera poco; la procreación de ambos, vería la luz en un contexto distinto al de sus progenitores.
[1] Estúdiese el contenido y significado de los mismos y se comprenderá que en sus textos no hay propiamente un contenido de rogativas religiosas; al menos en las de facturación más original y menos tergiversadas.
Culturológicamente esto cuestionó la posibilidad, de continuar realizando iniciaciones, a los orishas con un sentido patronímico, gentilicio y de nación. Tampoco pudo ser al de origen paterno, porque con igual razón sería el materno, si concurre; ni en la nueva localidad de asentamiento, existían orishas patronales.
Adicionalmente era imposible permanecer, con las mismas causas de las iniciaciones, con una concepción patronímica, gentilicia y de nación, ni para asumir una conducta político-filosófica.
Todo lo cual condujo a la necesidad de reestructurarlo todo, desde lo más simple hasta lo más complejo, además, de cualquier manera muchos de los ya criollos de la época, descendientes de españoles, fueron asumiendo también estas formas culturales, por su recurrencia hacia la misma, a partir de cierta incipiente popularidad que fue ganando; los cuales tenían también otro origen etnográfico, otras concepciones filosóficas, otros objetivos de realización personal, y también otro escenario de permanencia ajeno al natal.
La determinación del orisha tutelar, es la manera de establecer la ponderación de un arquetipo de personalidad genérica, básicamente cualificado, que se encuentra en armónica correspondencia homologada, caracterológicamente, con algún elemento de la naturaleza, de vibraciones en magnitudes físico-psíquicas sinónimas; como resultado de la codificación e interpretación de las vibraciones energéticas, que el propio individuo posee y reiterada en la concreción y determinación del mismo.
Algo muy similar a lo que discurre, con los recursos y análisis de las pruebas psicométricas de diagnóstico y clasificación en la psicología y psicometría contemporánea; sin las cuales los diagnósticos en psiquiatría y psicología serían empíricos, en tanto las apreciaciones subjetivas de los especialistas, las características específicas de cada individuo, las diversas etiologías y los disímiles medios sociales como escenario de los conflictos.
De esta forma se puede observar, que la “filiación teísta”, con todas las implicaciones teológicas de su significado, no se cumple; con respecto al orisha personal iniciático, cuando insistimos en aplicarle un significado teológico y menos aún judeocristiano; dado que no puede resultar de una vocación o devoción personal por simpatía, ni por empatía.
Ahora bien, una vez llagada a Cuba la cultura de los orishas, y comenzar sus prácticas in situ a partir de los años 1650-1700 aproximadamente; lógicamente para entonces las causas iniciáticas filosóficas, habían perdido su razón de ser desde el origen, en función de la instauración de imperio Yoruba. El concepto de iniciación por la filiación patronímica ancestral, no era aplicable, al nacer en otras tierras las nuevas generaciones de criollos descendientes de esclavos, dado la inmigración forzada. La connotación y repercusión nacional iniciática, había comenzado a perder su relevancia desde su contexto de origen, por las pugnas de poder.
A partir de entonces se dio paso a una actividad, con una importante recurrencia de personas –aunque entre telones, por los prejuicios y discriminación cultural de la época– que acudían a la misma, en la búsqueda de soluciones y alternativas a la problemática individual; lo que poco a poco, fue sirviendo de acicate en principio y de realización de individual después.
Naturalmente ello pluridiversifica las múltiples razones para la asistencia ante esta cultura y directamente proporcional, las múltiples causas para el surgimiento de nuevos y variados niveles iniciáticos; ahora casi de facturación criolla, que estuvieron en correspondencia con la clase social del recurrente, y en ajuste a sus limitaciones por la discriminación cultural, más que racial en este caso, de que eran objeto.
De todo lo anterior se desprende que en esta época, las causas para acceder a los distintos niveles iniciáticos, tenían su origen en la búsqueda de soluciones, a la problemática de la realización existencial de una sociedad de carácter colonial; muy desiguales a los originarios de su formación, con lo cual se advierte la posibilidad, de comenzar a resolver problemas personales de naturaleza muy diversa, a través de procedimientos dinámicos, basados en una cultura de origen africano; pero para entonces los materiales asequibles serían propiamente cubanos, recreándose lógica e involuntariamente, todo un proceso sincrético (no abordado aún por los investigadores) entre modos de empleo de la cultura africana inmigrada y los conocimientos de la cultura material a emplear autóctonos de Cuba mayoritariamente.
En el marco de esa plurifuncional aplicación que encontró, de resolver problemas, adquirida, como resultado de los distintos escaños a que esta cultura fue relegándose y, los múltiples mecanismos de adecuamiento, cada vez más reducido al plano de lo personal, produjo un importante y consecuente desarrollo paulatino de un nuevo concepto filosófico de enfrentar los polifacéticos conflictos humanos a través de estas prácticas.
Todo ello dio origen a la recreación de nuevas técnicas y de verdaderas dinámicas eficientes en la búsqueda de soluciones para cada caso, en la realización de la individualidad personal en el nuevo contexto sociológico de los recurrentes.
Generalmente de escasa o ninguna instrucción escolar y de menos recursos económicos, que fueron produciendo soluciones reales a la problemática individual, que a lo largo del tiempo y en el transcurso de varias generaciones fue creando un estado de opinión, donde fue traduciéndose la eficacia, la eficiencia, la funcionalidad fehaciente y verás de estos procesos dinámicos para los implicados practicantes y sus descendientes; en el surgimiento de un irreversible y transculturado sentimiento, que se constituyó en una trasvertida Fe religiosa.
Que caracteriza mejor las peculiaridades de la Fe de los actuales cubanos con un alto contenido pragmático y con ausencia o en sustitución de la resignación o del simple consuelo, ante la petición o el milagro no concedido.
Que por lo tanto, realmente en el fondo opera más en el plano de la alternativa sobre terrenal, desde la óptica estadística de los resultados objetivos, que en el plano de lo sobre natural; incluso desde el punto de vista del subconsciente subjetivo determinado por las características de la idiosincrasia del cubano, expresadas en la proverbial frase de:
“Ver para Creer”.
Ya a estas alturas, finales del siglo XVIII a principios del XIX, es ineludible confirmar, que las causa actuales de las iniciaciones, subjetivamente se entienden de origen religioso; pero objetiva y realmente se llevan a cabo, desde el punto de vista antropológico, para la solución de problemas concretos de la individualidad específica propia y contextual.
Por lo tanto, las causas que pueden conducir hoy en día, a una necesidad de iniciación al Culto de los Orishas en primer lugar lo constituyen personas con padecimientos patológicos, que no han encontrado alternativas de solución por las vías recurrentes de las Ciencias Médicas; y donde tampoco se personó el “verdadero Milagro” cuando con toda vehemencia fue implorado; mientras que luego de su recurrencia oracular han encontrado una alternativa, o al menos una esperanza y que luego de su iniciación han logrado resolver la patología que aquejaban en determinados grados.
El resultado de nuestra investigación de terreno, nos aportó el testimonio directo en entrevistas realizadas a los distintos iniciados, sobre las causas y motivaciones que los condujo al proceso iniciático y sus resultados confirmados.
A pesar de la extraordinaria diversidad de causas que indujeron como móviles hacia las iniciaciones en la Regla de Osha, que siempre fueron, según nuestras pesquisas y encuestas (que no referimos por su volumen en la posible edición) de carácter terrenal, existencial, específicas de las problemáticas sin otras alternativas recurrentes en el contexto social; nos permitió comprender más claramente en el terreno, que en ningún caso encontrábamos la motivación o la vocación religiosa. Entendida ésta como el conocimiento previo hacia una concepción teofilosófica, que se abrasa y se asume como una subjetiva y única profesión de Fe, con características escatológicas o con vistas al post mortem. Por ello nos encontramos con la siguiente composición, VER CUADRO DEL INICIO.

Hay que destacar, que en todos los casos de personas, donde la necesidad de iniciación es imprescindible, con independencia de la causa o móvil, es porque de cualquier manera, en sus precedentes familiares necesariamente tienen que haber lazos consanguíneos, o cualquier forma de influencia, o nexo de sus ancestros con estas prácticas; en donde su repercusión se hace palpable de esta forma.
De cualquier forma deberá entenderse, que toda propensión a padecimientos patológicos es factible de ser determinados en el ADN de la persona, a los que se suman los factores de hábitos, costumbres y régimen alimentario etc.; luego muchos factores de enfermedad son curables, a partir de los procesos iniciáticos, gracias a las posibilidades de su predeterminación vibracional, en los medios oraculares; mediante los cuales se les introducen las modificaciones y recomendaciones, a sus hábitos de vida en ajuste a su especificidad, como una obligada resultante de su proceso iniciático; unido a las dinámicas que se llevan a cabo como parte del propio proceso de iniciación endógeno y exógeno a los cuales son sometidos.
Luego evidentemente las condiciones de multiplicación personal, han creado en esta cultura, una multifuncionalidad de resultados, que consecuentemente hace que se asuman dentro de los mismos una gama casi infinita de causales individuales, con mayor o menor éxito; lo cual no quiere decir – estadísticamente analizado y demostrado – que toda la problemática que sea llevada al oráculo, tenga necesariamente solución por estas vías alternativas, como ya hemos expresado.

Más del 96.0 % de las personas consagradas, recurrieron hacia estas formas alternativas y se iniciaron dentro de ellas por trastornos de salud y el 94.0 % de las mismas resolvieron sus patologías en diversos grados, con independencia de los niveles de credibilidad religiosa que concurra en cada caso.
¿Acaso el móvil acusa en si mismo una desinteresada vocación de religiosidad por simple convicción teológica?

¿No será más bien el ejercicio de una dinámica cultural alternativa de solución a la problemática individual, con independencia de la Fe a priori profesada?

¿Estaremos realmente en presencia del milagro por Obra y Gracia como resultado de una pasiva y simple evocación de las oraciones religiosas?

¿Sus prácticas en la vida real se reducen a la simple oración y petición para obtener el milagro de la curación?

¿Conocen y ejecutan un ejercicio de acciones dinámicas, valiéndose de elementos naturales que son suministrados a los interesados por diversas vías y por lo cual obtienen determinados resultados?

¿Acaso estaremos en presencia de una alternativa holística con posibilidades reales de solución a las patologías, que las actuales Ciencias Médicas no egresaron, pero con resultados dependientes de los niveles de empirismo que les asiste en la actualidad, más allá del presupuesto milagro extraterrenal?